Había terminado de presentar mi show en el Moulin Rouge de Sabana Grande en Caracas, Venezuela, antes mucho antes de que se convirtiera en venesiria Venezuelanistan hugoslavia, para un público rokero punketo y posmoderno, pero cuando bajé de la tarima se me acercó un muchachito de apartamento, sifrino, gomelo, fresa, criado a base de Corn flakes de Kellogg y yogurt griego, con cara de bebe compota Gerber y me dijo, “hola, soy Giovanni y me gustó mucho tu show, quiero que te presentes en una fiesta privada en mi casa, te pago el doble de lo que te hayan pagado aquí, tu solo dime el precio, si quieres te pago de una vez, eso me pareció tremendo negocio entre otras cosas porque a mí esa noche no me habían pagado nada porque era una función benéfica, así que le dije:
Claro ¿cuándo es la fiesta?
Hoy mismo
Ah qué…pero cómo, son las 1y30 de la madrugada
Perfecto, ya va a comenzar, nos están esperando.
Me subí en su Mitsubishi azul eléctrico con luces de neón anaranjadas y fuimos para una mansión entre Altamira y Chacao, si por afuera era impresionante por dentro era indescifrable, era una mezcla entre parque temático, palacio isabelino, festival de Ibiza y puteadero burgués, gente por todos lados, no estaba muy seguro de si era un desfile de moda raro o solo daban pasos en zigzag, le quería preguntar a Giovanni en que parte de la casa quería que hiciera el show pero Giovanni simplemente había desaparecido, entonces vi algo que parecía un mini anfiteatro, una barra de bar con una consola de Dj y un micrófono de Karaoke, donde una loca se estaba mirando las uñas de los pies y un tipo le chupaba la oreja sin soltar su vaso de Wiski, me acerqué al micrófono y comencé a calentar y llamar la atención de lo que se supone sería mi público, fue un caos al principio pero poco a poco fui dominando la situación y al rato ya todos prestaban atención y reían, en ese momento apareció Giovanni con una botella de Jack Daniels y dijo, ese show lo pago yo carajo pa todo el mundo, luego se desplomó sobre un puf rosado y eructó, terminé el show, le dije a Giovanni que ya me tenía que ir, pero creo que está muy acostumbrado a las putas y los burdeles porque me dijo, te pago por más tiempo, ni siquiera tienes que seguir contando chistes, solo acompaña a mis amigos a beber, listo, era su dinero, agarre una botella y me senté en el bar, se me acercó una pelirroja con un tatuaje de un delfín, me invitó un porro, 15 minutos después estábamos en una habitación que tenía peceras de cristal con peses exóticos, las paredes estaban decoradas con puros motivos marinos, ballenas, estrellas de mar, algas y pulpos, me dieron ganas de comer sushi, para rematar estábamos en una cama de agua, una hora después de mucho sexo, se quedó dormida, más por el vino y la marihuana que por el sexo, pensé, acabo de tener sexo con una pelirroja en una cama de agua rodeados de peceras, creo que me acabo de coger a la sirenita, en fin…ya es hora de salir de aquí, afuera del cuarto se podía ver lo que iba quedando de la fiesta, unas ruinas griegas, el coliseo romano, el Partenón de acrópolis, zombis bien vestidos y brujas perfumadas, salí de esa casa con los bolsillos llenos de dinero y muchas sustancias ilícitas en mi organismo, me dio por caminar y caminar hasta que poco a poco el trasnocho el insomnio y el coctel de wiski vino cervezas marihuana y hongos hicieron su efecto, necesitaba dormir, no tengo ni prostituta idea de cómo sucedió, pero cuando abrí los ojos estaba acostado en el piso al lado de dos perros callejeros sarnosos, sobre un charco de color indefinible, en plena avenida Lecuna, que es perfecta para una locación de terror, ¿Qué es esto? ¿Yo no estaba en una pecera de Disney? Increíblemente no solo no me habían robado, sino que tenía más dinero porque alguien me había puesto varias monedas al lado de mi sombrero apestoso a pis de perro.
ESCRITO POR DANIEL IORIO