OPEN MICS, A UN POGO DE SER UN TOQUE DE PUNK

Como buen bogotano enchapado a la antigua llegue a la hora que decía el cartel, que embarrada. Una hora viendo que hacer con mi tiempo. Hice de todo. Conocí el baño, hable con el mesero, lo felicite por el bar aunque no era de él y compré par cervezas.

A la hora llegaron los primeros comediantes. No a hacer prueba de sonido. Llegaron a fumar en la calle y a buscar cerveza barata en las cigarreria más cercana. Maldita inflación. Después llegó el organizador preguntando si ya hicieron alguna especie de lista en un papel arrugado. El que no está, se tacha. Si llega tarde y esta en pre lista, puede haber pelea.

Hay nervios en el ambiente. No por el pánico escénico, sino por la policía que los puede ver fumando y tomando en la calle. Eso no le conviene ni al bar. Pero se hace. La adrenalina, el humo y la cerveza alimenta el humor.

Vuelve a haber nervios en el ambiente. No por el pánico escénico o la falta de pruebas de sonido, sino porque no ha llegado nadie del público. Si no llegan solo hay dos opciones, cancelar o que los comediantes sean el público. Esto último genera tensión. Mucha tensión.

El público llega y todos se relajan. Al parecer ya sabían cómo era la vuelta y por eso llegaron tarde. Más de 5 mesas dispuestas a reírse y escuchar las premisas más absurdas para sacarlos de su monotonía. El remate es un “plus”, es un open mic. Las mesas nunca fueron mesas inesperadas. La primera vez de un comediante en formación que invitó hasta a la mamá. Gran error, todo indica que eso hace parte de su formación. Algunos amigos de la oficina de otro comediante que después de varios meses logró convencerlos de que era chistoso. No se sabe si los embaucó. Ojalá vuelvan.

Hay nervios en el ambiente, esta vez sí es el pánico escénico. Nunca será por la prueba de sonido. Unos siguen fumando y tomando en la calle como si no pasara nada además de la policía de vez en cuando. Otros se estresan y tienen sus propios rituales. Caminar en círculos, meditar, repasar o cambiar a último minuto lo que tienen escrito en un papel, una libreta o en la mano. Mucha mierda, dicen por ahí.

Chiste va y chiste viene. El micrófono se jode, ¡Ey! ¿Y las pruebas de sonido? Chiste va y chiste muere. Sin asco. Unos nuevos y otros viejos, pocos sobreviven. El host perdió la lista entre los bolsillos, ¡un clásico! Muchas groserías y temas sensibles, escudados bajo la premisa del humor cuando no hay amor lo puede todo y un host que también dice que puede con todo, o al menos eso le hace creer al público mientras termina de encontrar la lista que nunca aparece. El amor al arte.

Aún no hay sueldo, pero a veces hay una cerveza que te regalan y un cigarrillo que le sobra a otro comediante. También hay buenas conversaciones o “tallereo callejero”. No eres el único con problemas sin remate.

¿Qué queda de esto? Aprendizaje. Ganas de volver a un andén a fumar, tomar cerveza e intentarlo nuevamente porque siempre puede ser la última vez. Intentarlo donde se oyen gritos, groserías, absurdos y algunas veces música. Donde no hay sueldo, pero si suelo para sentarse a escribir y reírse de uno mismo. Hasta que aprueben lo que dices.

Como intento de comediante “enchapado a la antigua” porque, aunque haya evolución siempre hay valores que no se pierden, me paré, tome unos tragos, dije lo que pensaba con par groserías y me largué caminando.  Siempre caminando.

ESCRITO POR JUAN CARLOS MARTÍNEZ

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